DC en el cine: proyectos, errores, aciertos y el desafío de hacerle frente a Marvel con una voz propia
Escrito por PlayFM Tucumán el 8 agosto, 2021
Luego de éxitos y fracasos, el estreno de la nueva Escuadrón Suicida deja en claro la búsqueda de la empresa de Superman por enderezar su camino en la pantalla grande.
Durante muchos años, Marvel en cines era sinónimo de fracaso. Mientras DC triunfaba en llevar a sus personajes emblema a la pantalla grande, la editorial rival presentaban apuestas mediocres como Howard el pato, o los telefilms de Capitán América, Spider-Man o Doctor Strange. Pero el estreno de Iron Man en 2008 revirtió esa tendencia, y el Universo Cinematográfico Marvel se convirtió en el gran mimado por la taquilla. Ante ese panorama, y luego de fracasos como Liga de la justicia (2017), el estreno de Escuadrón Suicida 2 busca establecer un tipo de aventura que le permita a DC definir qué tipo de tono es el que mejor le sienta a su mundo de grandes héroes.
Dos títulos fundacionales
A finales de los años treinta, DC se convirtió en el hogar de Superman y Batman, dando comienzo a una edad de oro para el género. Si bien no fueron los primer superhéroes (John Carter, de Edgar Rice Burroughs, ya coqueteaba con esa temática en la primera década del siglo pasado), la llegada de ambos permitió establecer una suerte de manual de estilo para esa clase de relatos. Y la popularidad de ellos, como era de esperar, pronto los llevó a la pantalla grande. Batman tuvo un serial en 1943, y Superman una serie de dibujos animados en 1941 producida por los hermanos Fleischer (y que aún hoy, resulta enormemente atractiva). Esas adaptaciones iniciales fueron un éxito y dieron pie a otras series que, en el cine o la televisión, gozaron de notable popularidad.
Exactamente once años después, en 1989, la primera entrega del Batman de Tim Burton marcó otro punto de quiebre. Muy lejos de la versión camp de Adam West, el director imaginó un encapotado sombrío, muy a tono con las violentas aventuras que ese personaje atravesaba en los cómics de la época, en títulos como Año Uno, El caballero de la noche regresa o The Cult, en los que Bruce Wayne sufría el peso de una tarea auto impuesta, condenándose a ejercer la justicia en una ciudad absolutamente corrompida. Burton ofreció un film que como el de Superman, amasó millonarias ganancias, demostrando que un director sólido, podía convertir la masticada historia de un superhéroe en una pieza de autor
Curiosamente, las dos franquicias tuvieron un camino similar. Ambas contaron con secuelas que en muchos sentidos, hasta eran mejores que sus predecesoras, pero también con terceras y cuartas partes que no sostuvieron el piso de calidad. Pero en DC pensaban que Superman y Batman eran íconos atractivos en sí mismos, que siempre iban a contar con el beneplácito del público en las salas. Pero el futuro les demostró lo contrario.
El triunfo de Nolan, el fracaso de Snyder
Aunque Superman, Batman y otros personajes compartían aventuras constantemente en los cómics, reunirlos en el cine era una historia muy distinta. Por ese motivo, los proyectos cinematográficos de Warner no incluían cruzar a los héroes de la casa, a excepción del desechado film de la Liga de la justicia de 2007, impulsado por George Miller (responsable de la saga Mad Max). Con el objetivo de relanzar a Superman y Batman en cine, Warner presentó en el nuevo milenio dos nuevas propuestas. Con la dirección de Bryan Singer y estrenada en 2006, Superman regresa no conectó con el público, quizá por mostrar una sensibilidad demasiado anclada en las películas de Christopher Reeve. Pero otra suerte corrió la versión de Christopher Nolan del encapotado, lanzada en 2005. La impronta que ese director le dio a su trilogía gótica, deudora del cine de Michael Mann, con villanos punk y una mirada cargada de amargura, sedujo al público y a la crítica. Indudablemente, la visión de Nolan triunfó por eso, por ser la mirada de un autor capaz de absorber elementos ajenos, y combinarlos para desarrollar una lógica cinematográfica propia. Pero al mismo tiempo, ese grupo de películas instaló una idea muy peligrosa, y es que los superhéroes, mientras más atormentados y solemnes, mejor. En la vereda opuesta, Iron Man y su estallido de colores pop y canciones de AC DC hacían de los héroes una verdadera fiesta, dando nacimiento al germen del método Marvel.
Frente a la negativa de Nolan de realizar una cuarta entrega del encapotado, en DC comenzaron un torpe camino basado en intentar replicar la mística de aquel Batman. Luego de una pésima propuesta centrada en Linterna verde, en 2013 llegó El hombre de acero, el relanzamiento de Superman a cargo de Zack Snyder. En medio del boom del primer largometraje de Los Vengadores, Warner finalmente se decidía a trazar un ambicioso plan que comenzaba aquí, y cuyo punto cúlmine era Liga de la justicia. Pero las cosas no empezaron bien. El film de Snyder fue un éxito de taquilla, pero su mirada hacia Superman sembraba dudas. El realizador buscaba establecer un tono propio, alejándole de la cándida imagen que desprendía Reeves, para mostrar al kryptoniano como una criatura atravesada por inseguridades y tormentos de todo tipo. La identidad clásica del héroe no era susceptible de recibir tratamientos modernosos, y eso terminó por traicionar la propia esencia de Clark Kent. El clímax de ese film, con Superman asesinando a su rival, pronto se reveló como el síntoma más claro sobre lo forzada que resultaba esa mirada.
En 2016 Snyder entrega la segunda parte de su universo DC, con Batman vs Superman: el amanecer de la justicia. Los resultados de esa película fueron desalentadores, con ambos héroes sumergidos en una trama absurda, que presentaba vueltas de tuercas totalmente arbitrarias. El film funcionó bien en taquilla, pero las opiniones del público en internet era incendiarias, y con Liga de la justicia a medio filmar, desde Warner comprendieron que era hora de cambiar el registro de sus producciones.
El estreno del primer largometraje de Escuadrón Suicida, otra pieza muy despareja pero que reforzaba la idea de un universo compartido, tampoco funcionó entre los espectadores. Ningún personaje resultaba demasiado carismático (ni hablar del Joker de Jared Leto), y la aventura tenía, otra vez, un tono inexplicablemente solemne. Sin embargo, Margot Robbie en la piel de Harley Quinn, fue el único punto a favor de esa película hoy olvidada.
Con el universo cinematográfico de DC bastante desinflado, en 2017 llegó finalmente la Liga de la justicia. Esa producción tuvo innumerables problemas, entre ellos la renuncia de Snyder por motivos personales, y su posterior reemplazo por Joss Whedon (director de Los Vengadores). Alcanza con ver unos pocos minutos de Liga de la justicia para comprender que desde Warner la intención fue darle a esa película un ritmo muy alejado del propuesto por Snyder. Pero ese film se convirtió en un pasticho incomprensible, en el que se notaba la mano de dos realizadores que no habían podido concretar una mirada uniforme. El film no era ni un drama ni una comedia, y los fans le dieron la espalda a la que debía ser la gran apuesta de DC en el cine.
En busca del (re)lanzamiento
Aunque Mujer Maravilla se estrenó antes que Liga de la justicia, su producción se realizó en buena parte luego de ese film. Y esta vez sí, por primera vez desde el Batman de Nolan, una película basada en un personaje de DC podía sostenerse por sus propios medios. La pieza protagonizada por Gal Gadot y dirigida por Patty Jenkins encontraba una identidad propia, en parte porque se desentendía de otros títulos de DC, para poner el acento en una heroína que descubría (y se auto descubría) en un mundo que le era ajeno, pero al que había decidido defender. En comparación con su trabajo en Batman vs Superman, la Mujer Maravilla de este film era un personaje totalmente distinto, con el que no costaba nada empatizar.
Dos años después, el estreno de Aquaman también significó un notable cambio de rumbo con respecto a las películas previas de DC. El largometraje de James Wan era una aventura que apostaba por fórmulas tradicionales, con el héroe del título recorriendo distintos parajes y enfrentando todo tipo de amenazas. Los colores vivos se alejaban de los apagados grises de la era Snyder, en una historia atravesada por el desparpajo de su protagonista.
Shazam, en 2019, fue el último golpe certero en este grupo de películas de DC que representaban una nueva era para el estudio. Esta vez, el tono de aventura familiar se acomodaba a la perfección sobre la trama sobre un niño que recibe una herencia mitológica, que lo convierte en un héroe hercúleo. Era una mezcla del Superman de Reeves con Quisiera ser grande, una combinación atractiva que demostraba eso que durante tantos años en DC no querían ver, y es que los héroes son luz y no oscuridad, y que las aventuras trágicas necesitan de mucho más que colores apagados y justicieros de ceño fruncido. Si la empatía no se produce, el relato se diluye, y Shazam, como Mujer maravilla y Aquaman, demostraban que ante todo, lo primordial era construir puentes con el público. Los films de DC encontraban de pronto el camino correcto, en el que sus personajes vivían aventuras individuales, con directores y directoras que tenían una libertad de trabajo que no se supeditaba a un universo compartido.
La marca del nuevo Escuadrón Suicida
Luego del experimento que significó Aves de presa (un film fallido, pero con intenciones de jugar con las reglas del género) y de Mujer Maravilla 1984 (una secuela pálida, que no logra sostener la calidad de su predecesora), DC apostó por uno de los grandes nombres de Marvel para darle una segunda oportunidad al Escuadrón Suicida. En 2016, James Gunn sorprendió con Los Guardianes de la galaxia, un grupo muy menor del plantel Marvel, que en el cine hizo un aterrizaje formidable a base de humor, himnos pop y una entrañable dinámica de grupo. Atento al manejo que tiene ese realizador con los súper equipos, la distinguida competencia lo tentó y de ese modo terminó al frente de este relanzamiento (disfrazado de secuela) de Escuadrón suicida.
En la película vuelven muchos personajes que ya tuvieron una participación previa en otros títulos del universo DC, con Harley Quinn a la cabeza, y a la vez marca el debut de villanos que tendrán nuevas apariciones en otras producciones futuras (como la ya anunciada serie de Peacemaker, en HBO Max). El largometraje propone una fiesta de excesos, violencia y grandes villanos. De esta manera, el director se presenta como un faro que pueda permitirle a DC encontrar una voz propia en un género tan viciado como el de los super héroes. Influencias detectables para los lectores del ala más dura de DC, guiños populares, aparición de personajes emblemáticos y dosis de comedia y aventura es la fórmula de Gunn en la que DC confía plenamente.
De cara al futuro inminente, DC tiene tres grandes apuestas. Ante todo, una nueva versión de Batman protagonizada por Robert Pattinson, situada en los inicios de Wayne como justiciero, y enmarcada en una historia marcadamente policial. Por otra parte, el 2022 será el año de Black Adam, el villano interpretado por The Rock, que se enfrentará a la Justice Society of America (un grupo emblema de la editorial). Luego llegará la esperadísima The Flash, en la que bajo la dirección de Andy Muschietti, el velocista escarlata tendrá una aventura de la que participarán muchos invitados, entre ellos, el Batman de Michael Keaton.
Finalmente, DC parece haber encontrado un camino propio. No someterse constantemente a la lógica de un universo compartido, no forzar un tono trágico para todos sus personajes, y apostar por films individuales parecen ser las claves del éxito. De esa forma, entre Marvel y DC se perfilan dos universos muy distintos, capaces de complementar sus propuestas, y que dan cuenta de la enorme riqueza de los súper héroes como género.
Fuente: La Nación.